Artículos de psicología publicados

Recopilación de artículos publicados en prensa:

- Hijos de padres separados
- Sexualidad femenina
- Etapas de la vida en pareja
- El error. Un reto para el aprendizaje
- ¿Amar a un psIcópata?
- Inteligencia emocional
- El conflicto
- Vulnerabildad hacia la depresión
- Estrés
- Pequeño caos doméstico de una mamá imperfecta


Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Khalil Gibran
Hijos de padres separados
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Los niños suelen vivir la separación de los padres con la incertidumbre y la tristeza que producen la ruptura de su estructura familiar y el enfrentamiento a los múltiples cambios, en su forma de vida, que ésta conlleva.
Aunque la mayoría suele entender lo que la separación significa, porque conocen a algún amiguito en las mismas circunstancias, la noticia no resulta precisamente fácil de encajar, en la misma medida que para los padres no ha sido tampoco sencillo tomar dicha determinación.
Hablar con el niño de la separación, antes de que uno de los cónyuges se vaya de casa, le ayuda a prepararse para los acontecimientos venideros. No hace falta extenderse exhaustivamente en lo motivos de la separación, pero sí dar una explicación sencilla y comprensible de lo que está pasando.

De esta forma, entienden que nadie los abandona porque tienen un padre y una madre que les quieren y que seguirán haciéndolo en un futuro, aunque vivan en casas separadas. Igualmente, conviene dejarles claro que no son responsables de la separación, ni depende de ellos una posible reconciliación, pues la decisión sólo compete a los padres.
Los pequeños necesitan prepararse para los cambios que se van a producir, de ahora en adelante, en su vida cotidiana. Entender quién es el progenitor que se marcha de casa, dónde va a vivir y cuándo podrán verlo, haciendo cuadrar lo mejor posible el régimen de visitas con sus actividades diarias.

Salvo en casos extremos de negligencia en los cuidados, maltrato o drogadicción, la separación no debe suponer la pérdida de relación con ninguno de los padres. Porque el niño para estructurarse, de forma psíquica y afectiva, necesita y quiere compartir su tiempo con ambos.
Si los cambios acaecidos, tras la separación, son mínimos y los niños conservan la misma escuela, los amigos de siempre y viven en el mismo barrio, todo suele ser más sencillo. Además, si informamos a los maestros de la nueva situación familiar, permanecen más atentos a las necesidades de los niños, en esta etapa y colaboran con nosotros en su mejor adaptación al proceso.
Una separación no tiene que conllevar necesariamente un trauma para los hijos, cuando los adultos se esfuerzan en proporcionarles el ambiente de confianza y seguridad que necesitan. Para lograrlo, es muy importante llegar al mayor número de acuerdos posibles, acerca de la custodia, el régimen de visitas, la pensión y las pautas educativas de los pequeños, lo cual no suele ser nada fácil si consideramos el clima de tensión existente entre una pareja recientemente separada.
Es muy probable enzarzarse en viejas rencillas por cambios de última hora en el día de visitas o sentirse invadido por el ex cónyuge si no para de llamar por teléfono para hablar con los niños, pero la tolerancia es fundamental para el bienestar de los hijos y a largo plazo, toda la familia saldrá ganando.

El progenitor que asume la custodia, tiene ante sí una ardua labor y una cantidad de tareas ingente. Aunque reciba la pensión con puntualidad, suele ver reducido su nivel adquisitivo, con la responsabilidad añadida de los niños a su cargo. Educar, cuidar a los hijos y mantener la disciplina, a diario, sin el apoyo afectivo de la pareja, pueden ser una carga excesiva para una única persona, a quien no se le puede pedir más de lo humanamente posible.

Cuando, además, las opiniones de los padres separados no coinciden, los niños sacan partido de estas diferencias, no responsabilizándose de sus cosas y estableciendo una alianza con el progenitor que menos límites imponga a su conducta. Entonces, es de vital importancia evitar estos enfrentamientos entre los padres, porque pueden producir importantes alteraciones afectivas y conductuales en los pequeños.
Otro tanto sucede con el tema de los regalos, cuando son utilizados para compensar ausencias o generar un agravio comparativo con respecto al progenitor que menos puede permitírselos. Obvia decir que confundir el afecto con la adquisición de objetos materiales, interfiere en el establecimiento de vínculos emocionales sanos y que utilizar a los hijos para dañar a la pareja, demuestra tan poco afecto por la pareja como por los hijos.

También es posible que, con el transcurso del tiempo, alguno de los progenitores, o los dos, vuelva a tener pareja. La reacción que pueda tener un niño ante este suceso dependerá de su edad, de su peculiar personalidad, de la relación que mantenga con sus padres y con la nueva pareja.

Pero, en líneas generales, podemos afirmar que todo se hace más difícil para los niños si la nueva pareja se incorpora demasiado rápido en el núcleo familiar. Y es mejor asegurarse de que la relación va a tener una continuidad, antes de hacer las presentaciones.
Es la nueva pareja y nunca los niños, quien debe esforzarse por crear un buen vínculo, no suplantando el papel del padre o de la madre, sino estructurándose como una persona afectivamente vinculada a todo el núcleo familiar, con quien pueden compartir parte de su vida y al que pueden llamar sencillamente por su nombre de pila.

En resumen, el efecto que tenga la separación de los padres en la vida de los hijos dependerá, en gran medida, de la forma como éstos enfoquen todo el proceso. Cuando los padres manifiestan el deseo de cooperar, en pro del bienestar de los hijos, los niños son capaces de adaptarse a la nueva situación, con el transcurso del tiempo. Llama, entonces, la atención la flexibilidad con la que asumen retos vitales que suelen resultar muy complejos, incluso para los adultos.

Sin embargo, son muy permeables al estado emocional de sus padres. Cuando los adultos muestran abiertamente su malestar, sus heridas y sus carencias afectivas, viéndose inmersos en múltiples rencillas y estableciendo alianzas con ellos en contra del otro progenitor, el resultado en un intenso efecto desestabilizador en sus vidas. Sólo somos humanos, limitados y a veces, heridos. Pero recordemos la importancia de nuestro cometido como padres y procuremos que nuestras heridas no les hieran también a ellos.

Sexualidad Femenina

La ansiedad, el estrés, la soledad, los problemas de comunicación y los déficits en la expresión emocional son las enfermedades de nuestro tiempo, producto de una sociedad post- industrial, profundamente competitiva, individualista y alienante.

El placer sexual en esta sociedad competitiva nuestra, condicionada a consumir, parece una loca carrera en pos del clímax, el eficiente aprendizaje de un conjunto de proezas casi gimnásticas, desvinculado de toda comunicación y afecto.

Eso, cuando la respuesta sexual no se resiente, ante las innumerables presiones de la vida cotidiana. Y, tras una ardua jornada, cuando por fin uno se acuesta en su cama, lo único que pretende: es dormir.

Las relaciones sexuales satisfactorias precisan dos requisitos que casi podríamos considerar un lujo en nuestra época ajetreada: tranquilidad y calidez. Por eso, no es extraño que los trastornos sexuales constituyan algunas de las demandas actuales más frecuentes en los consultorios psicológicos.

En el terreno sexual es importante conectar con el aquí y el ahora, no cayendo en la tentación de apresurarse. Disfrutar de las sensaciones precisa mesura, no anticipando ansiosamente lo que pasará a continuación. El único “deber” en el sexo es: “dar y recibir placer”.
Por otro lado, las relaciones sexuales en pareja constituyen una forma más de expresión de los sentimientos íntimos. Cuando la comunicación en pareja se resiente por discusiones, brusquedades o malas formas, resulta difícil acceder a tener una relación sexual o que ésta resulte placentera.

Las publicaciones sobre la Sexualidad Femenina de la reconocida escritora estadounidense: Shere Hite, pusieron de manifiesto una mayor demanda de muestras de afecto, sensibilidad, ternura y atención a los deseos personales, en las relaciones sexuales; sobre la base de encuestas muy detalladas a 4.500 mujeres, de todas las edades y extracciones sociales.

Las mujeres quieren que los hombres aprendan a expresarse emocionalmente en las relaciones sexuales. Y ello, no significa, necesariamente, que perciban el sexo sólo vinculado con el amor. Lo que no desean es delimitarlo únicamente con la penetración. Para la mujer, las relaciones íntimas se enriquecen con caricias, risas, besos, estimulación, fantasías, juegos, ternura, comunicación…
Además, las diferencias entre hombres y mujeres, en cuanto a las fases que componen el ciclo completo de la respuesta sexual, dan una apoyatura biológica al mayor deseo de sexualidad afectiva en la mujer.

Estas fases incluyen:

- Deseo: fantasía o ganas de iniciar una actividad sexual con la pareja.
- Excitación: como respuesta al contacto o la estimulación. En el hombre se manifiesta mediante la erección y en la mujer mediante la vasocongestión generalizada de la pelvis y la lubrificación vaginal, destinadas a favorecer la penetración.
- Orgasmo: consistente en la liberación de la tensión sexual. En el varón se produce la emisión del semen, tras una sensación de inminencia eyaculatoria. En la mujer se dan contracciones rítmicas de la pared del tercio exterior de la vagina.
- Resolución: en la que la tensión sexual desaparece, dando lugar a sensaciones subjetivas de bienestar y relajación.

Aunque cada persona responde a una secuencia diferente, que puede incluso cambiar de una situación a otra. Por lo general, el hombre pasa más fácilmente que la mujer de la fase de deseo a la de excitación y de ésta a la de orgasmo. Incluso no es infrecuente que la mujer no logre el orgasmo, pese a haber disfrutado y alcanzado de un alto grado de excitación sexual.

La mujer requiere un hombre imaginativo, cálido y afectuoso, que sepa proveerla de una estimulación previa apropiada. Alguien que disfrute, haciendo disfrutar. Alguien que no se apresure, porque el orgasmo femenino suele ser habitualmente más tardío y su ausencia no es necesariamente una señal de fracaso sexual.

Las mujeres priman la calidad de las relaciones sexuales sobre su frecuencia, porque dan más importancia a estos aspectos centrados en la comunicación óptima y en la satisfacción de necesidades.

De hecho, no existe una frecuencia que pueda considerarse “normativa”, en las relaciones sexuales. Que tengan lugar más o menos a menudo depende de cada pareja. Hay parejas que tienen relaciones una vez por semana, o cada 15 días y hay parejas cuyas relaciones son prácticamente diarias. Todo ello puede ser normal. Lo importante, más que la frecuencia, es lo que a ambos les hace felices. Y no intentar imponer nuestras necesidades al otro, lo que podría deteriorar severamente la relación, sino alcanzar un acuerdo basado en el entendimiento y el diálogo.

La masturbación y las fantasías sexuales femeninas, temas tabú durante muchos años, hoy son considerados elementos vinculados a una respuesta sexual sana, en la misma medida que lo son para los varones.

Las fantasías forman parte de la vida sexual y emocional de todas las mujeres. Fugaces, o muy elaboradas; secretas o compartidas con la pareja; constituyen la expresión de necesidades, deseos y sueños que pueden enriquecer la vida sexual. Les permiten imaginar situaciones que no siempre quisieran vivir en la realidad.

La masturbación femenina posibilita el mejor conocimiento de la respuesta sexual y la más fácil consecución del orgasmo, al disfrutar de una relación de pareja.

Cuando el entendimiento sexual entre una pareja falla, la atención de un psicólogo especialista puede mejorar las relaciones sexuales.
No obstante, reclamar nuestro derecho a una vida menos acelerada y estresante, atrevernos a establecer una conexión entre la sexualidad y el afecto, y revisar algunas ideas erróneas con respecto a la sexualidad femenina, son aspectos que fomentan una sexualidad más sana y placentera.

Vivimos abrumados por las múltiples presiones de una sociedad de consumo, no dejemos que estos locos condicionantes imperen sobre nuestra sexualidad. ¡Intentemos preservar nuestra libertad, al menos en la esfera de lo más íntimo!

Etapas de la vida en pareja

Enamorarse es un torbellino de intensas emociones y, si tienes la suerte de ser correspondido, parece que puedas tocar el cielo con los dedos. A continuación, se abre una etapa de descubrimiento y exploración de la persona amada, en todas sus facetas: sentimientos, mente, cuerpo, hábitos, intereses, alma…Todo es profundamente vibrante y el mundo entero queda erotizado por la presencia del amor en tu vida, cobrando una cualidad más vital y corpórea.

Entonces, enloqueces un poco: sientes que te diluyes en el otro, para fusionarte en un infinito “nosotros”; te olvidas de ti mismo, centrando todos tus esfuerzos en cuidarle y agradarle; y sobre todo: le idealizas, al minimizar o justificar las características del otro que no te gustan.
Pero este “estado de locura” tiene los días contados y da paso a una paulatina transición hacia una fase de mayor diferenciación. El amor te ha dotado de un profundo sentimiento de pertenencia, confías en tu pareja y creas sólidos lazos de compromiso con ella, pero la fase de dependencia emocional remite y los sentimientos se mitigan, desde un estado de perpetua exaltación a una condición mucho más “ligera” y “mundana”.

De repente, “te aburres” o empiezas a descubrir un montón de cosas que no te gustan. Si has iniciado una convivencia, tienes el terreno abonado para infinitas discusiones acerca de: las cuestiones económicas, los hábitos cotidianos, el reparto de las tareas domésticas, la necesidad de ampliar el propio espacio personal…

Simplemente, decides que cada uno debe asumir sus propias necesidades vitales, convirtiéndose en dueño de sí mismo. Puedes disfrutar de la compañía de quien amas, alegrarte por sus éxitos, apoyarle frente a los obstáculos que todos encontramos en el camino….., pero no puedes sostenerle, ni suplir sus déficits o carencias.

Ya no es ese ser perfecto, que cubría todas tus expectativas; ese maravilloso niño por quien sentías unas irreprimibles ansias de cuidado y protección. Ahora te hallas frente a una persona “normal”, que a veces te frustra e invalida y cuya condición diferencial de adulto debes respetar.

No es una etapa fácil. Muchas parejas, incapaces de soportar la tensión del momento, se separan. Y buscan establecer nuevas relaciones, para disfrutar otra vez del loco estadio de exaltación que supone el enamoramiento. Son los enamorados del amor. Convierten a su pareja en un espejo de todas las virtudes humanas y cuando se topan con la persona de carne y hueso que realmente es, plagada de limitaciones, como todos estamos, inevitablemente defrauda todas esas idealizadas expectativas iniciales. En el fondo, son algo infantiles, porque se enamoran un poco de sí mismos, estando escasamente capacitados para llegar a amar a las personas tal cual son.

En ocasiones, las dificultades en esta etapa derivan de que un miembro de la pareja pretende un mayor grado de independencia, entonces su compañero se asusta y presiona para regresar al estado de unidad anterior. Y el clima emocional se caracteriza por el temor al abandono de uno y el miedo a quedar atrapado en una asfixiante fusión del otro.

En los años intermedios de la relación, cuando la pareja está más asentada, aparecen nuevos cambios con la llegada de los hijos. Ilusiones, alegrías, pero también más responsabilidades y una nueva redefinición de los roles, caracterizan esta tercera etapa del desarrollo del amor. El sentimiento de pertenecer a la familia es potente, pero sus miembros quisieran poder estar juntos sin perder la identidad. Por lo que ambos compañeros podrían estar ejerciendo, al mismo tiempo, su deseo de independencia y experimentar un temor a rendirse al otro, envolviéndose en luchas de poder. La grieta entre la pareja puede ensancharse y aparecer algunas discusiones en torno a una posible separación. La conocida expresión popular que podría definir, claramente, el clima emotivo del momento es: “ni contigo, ni sin ti”.
Para poder superar las fases anteriores, la pareja ha tenido que discutir mucho y sobre todo: discutir muy bien. Encontrar una forma de expresar los sentimientos negativos, clara y firme, pero exenta de chantajes o amenazas. Regodearse en un sentimiento de equipo, eligiendo la relación como un proyecto fundamental o quizás como: toda una forma de vida. Incrementar la intimidad, respetando la autonomía. Aceptar a la pareja tal cual es, amarla con sus defectos y limitaciones. Y resolver los conflictos desde la negociación, con valor y resolución, confrontándolos desde el principio.

De esta manera la relación evoluciona a una última fase de acercamiento y madurez afectiva, muchas veces coincidente con la marcha de los hijos del hogar o la entrada en un periodo de jubilación. Existe una confianza mutua y una seguridad esencial en el amor del otro. Tu pareja alienta tu crecimiento interior y la libre expresión de tu ser más profundo. Vuestra decisión de permanecer unidos ya no viene condicionada por ningún tipo de necesidad, sino que es el fruto de una elección madura.

Los mejores años de la pareja, momento de plenitud y armonía, en el que el vínculo establecido es muy satisfactorio. Raquel Huéscar define este momento especial de sinergia con una bonita frase, muy explícita: “lo que das al otro, te lo das y lo que no le das, te lo quitas”.

Como puedes apreciar la relación de pareja exige un dinamismo auténtico para enfrentarse al riesgo de ser uno mismo. Cada etapa experimenta crisis típicas, que son totalmente normales y es precisamente la lucha por superar esas crisis lo que mantiene vivo y en un proceso de enriquecimiento constante a la pareja. Eludir las fuentes de conflicto tan sólo acrecienta los problemas a largo plazo, se acumulan temas tabú y se carece de los recursos para abordar las dificultades. Con el tiempo, se deteriora la estructura de la relación.
Lo patológico no es que se presenten las crisis, sino más bien: el tratar de eludirlas.
EL ERROR. UN RETO PARA EL APRENDIZAJE

Quizás, al crecer, recibiste la imposición de ajustarte a algunas expectativas rígidas y desmesuradas. Entonces, nada de lo que hacías era capaz de satisfacer a tus mayores. Hoy puedes seguir condicionando tu valor, como persona, a aquellas metas que eres capaz de obtener. Pero, cuando por fin logras el tan ansiado objetivo, de nuevo sientes que no es suficiente.

Tal vez, tus padres, como cualquier otros padres: humanos e imperfectos, de niño te corrigieron cuando hacías algo erróneo con frases del tipo: “eres un desastre”, “siempre te equivocas”, “estamos muy dolidos por tu causa”...Y, aunque su intención se basaba en estimular tu desarrollo, llegaste a la conclusión de que cometer errores era signo de tu escasa valía. Ahora, si yerras, concluyes que todo tú eres una persona errada.

Es posible que los adultos que te rodearon sintieran miedo por ti. Temor a que crecieras frágil y vulnerable, en un mundo complejo y difícil. Y te transmitieron el mensaje implícito de que siempre debías mostrarte valeroso y competente. En la actualidad, te cuesta aceptar cualquier muestra personal de debilidad, errores incluidos.

Sea cual sea la causa, a veces te da tanto miedo cometer errores que, sencillamente: no admites ninguno. Puedes racionalizarlos y justificarlos hasta la exhaustividad, culpando al mundo o a otras personas por tus acciones. Puedes tener tanto miedo de hacer algo mal, que optas por hacer perfectamente el mínimo posible. Y luego, sentirte atrapado porque, aunque apenas te arriesgues, “el mínimo posible” también conlleva algunos cambios inevitables que no estás preparado para asumir.

En épocas de crisis y de cambios drásticos, cuando tu vulnerabilidad se vuelve patente frente a la enormidad de lo que te sucede, puedes inculparte rígidamente por el millar de supuestos errores cometidos y elegir, así, el camino de la depresión.

Si te sientes identificado con algunas de estas afirmaciones, necesitas re-enmarcar el significado de los errores en tu vida. Las equivocaciones son un componente natural del desarrollo, el prerrequisito fundamental de cualquier proceso de aprendizaje porque es imposible crecer y cambiar, sin asumir cierta tasa de errores.

Nos vamos enfrentando a la vida a pequeños pasos y los obstáculos, que encontramos en nuestro camino, nos enseñan a ser creativos. Nos arriesgamos, al buscar nuevos enfoques para afrontar los problemas y aprendemos así de la experiencia, lo que funciona y lo que no, por un simple proceso de aproximaciones sucesivas. Los errores proporcionan una valiosa información y una retroalimentación necesaria.
¿Pero, qué estás aprendiendo, cuando cometes una y otra vez el mismo error? ¿Reflexionas profundamente acerca de tu experiencia? ¿Asumes tu responsabilidad? Cuando cometemos siempre los mismos errores, desaprovechamos nuestra experiencia y hacemos oídos sordos a enseñanzas importantes.  

Quizás nuestro único error sea caer mil veces en el mismo antiguo error. Y, sin embargo, seguimos el curso de la vida cuando estamos en disposición de cometer errores nuevos.

¡Utilízalos para aprender! ¿De qué te sirve culparte? ¡Haces cuanto puedes! Error es tan sólo la palabra que aplicas retrospectivamente cuando reparas que, en esa situación, pudiste hacer algo más razonable. Motivado por una serie de necesidades, te decantaste por la opción que te parecía mejor en ese momento. ¿Si pudieras volver atrás, con lo que sabes, tomarías la misma decisión? Acepta el precio de tu elección, sin lamentarte. Ninguna dosis de inteligencia o de comprensión puede generar una perfecta previsión del porvenir.
Pasaste circunstancias complicadas, te sentiste, dolido confuso y asustado. ¿No puedes perdonarte? ¿No has pagado ya el precio por ser sencillamente un ser humano?

¡Tomaste la única opción que podías! ¿Qué te pasó?: ¿nunca te enfrentaste a circunstancias similares y desconocías cómo hacerlo ahora?, ¿repetiste el mismo viejo error por falta de alternativas disponibles?, ¿algunos hábitos, firmemente arraigados en tu vida, te dificultaron el ser consciente de tus opciones?…

¿Qué estabas buscando al emprender esa acción: sentirte seguro, evitar la soledad, agradar a los demás?, ¿es esta prioridad un tema básico en tu vida?, ¿la fuente, tal vez, de otras decisiones equivocadas?…

¿Puedes utilizar esta situación para mejorar tu adaptación a la vida?, ¿para madurar?, ¿para ser más flexible, sensible, intuitivo o imaginativo?, ¿para ampliar el conocimiento sobre ti mismo?…

Y sobre todo, ¿puedes amarte con todo el bagaje de tus errores? ¡Así, como eres: vulnerable, falible, HUMANO!